martes, 12 de abril de 2016

Tornillos


He escrito muchas cosas a lo largo de mi vida. Parece que alrededor de los 40 ponele, hay un cambio de piel importante y un ajuste de tornillos, si es que andaban flojos o muy ajustados. Da igual.
Señorita Oconnor nace de las entrañas de una mujer que nació de una niña, que fue hija y fue esposa, que fue madre siendo hija pero no mujer y entonces ahí el quilombo. Y cuando hay conflicto aparece la historia, todo guión debe tener uno o más de uno, y ahí hay una trama a seguir, a identificarse o no, qué importa.
A mis casi 40 puedo disfrutar de mi arte, de correr 10 km sin parar y de no tener el mismo vicio que mató a mi madre pero sí coquetear con él sin preguntarme mucho por qué. Fumar un cigarrillo me relaja, me da ese "nosequé" que nunca tuve antes, una autonomía de mi placer. Deben tener algún aroma, gusto o sabor ridículo que me diferencie del resto.
Mis vicios van y vienen, como mis obsesiones y mis pasiones. No soy buena para sostener nada en el tiempo. O sostener algo, no sé cómo decirlo. La maternidad es algo que sucede y no se devuelve, no se abandona ni es una relación que termina. La maternidad no termina nunca, y para mí es mi mayor aprendizaje. Ser mamá tampoco te quita el título de hija, es más, ambos títulos conviven, se pisan, se tropiezan y se mezclan en vida. Es así que mi pequeño hijo, que a mis ojos siempre será pequeño, creo, es mi mayor desafío y arduo maestro.

Caminá con la cabeza en alto me dijeron a mis 18 años. Lo intento, aunque difícil en Buenos Aires por sus abruptas veredas, pero lo intento. Cuantos consejos uno sigue sin preguntarse siquiera si le corresponden. Comé sano, tomá agua, agua con limón mejor, huevo no, huevo ahora sí, pescado mucho, bueno pará con el pescado que tiene radiaciones de Fukushima...me cansa. Es que justamente las reglas, me gusta decir, existen para romperlas. Soy mala para seguir consejos. Calculo que al fin de cuentas cada uno hace lo que se le canta la gana. Asomarnos a la transgresión de nuestros propios principios nos da una adrenalina importante. Y a veces necesitamos una dosis de esa libertad secreta, que sin correr riesgos parece que se nos corren los velos de la ignorancia con tan sólo cruzar la feroz línea de lo prohibido. Qué linda palabra. Prohibido. Cada cual tendrá su delicioso pecadillo oculto. Pícaros. Somos todos. Pero bajo los ojos de quién. Crecemos ante la sombra de un juez brutal que nos acosa a cada paso de nuestra tierna infancia, "esto se puede" "esto no se puede", "esoestámal". Si ya sé, hoy me desperté anarquista y ambivalente también. Si llegué hasta aquí es porque he sido una buena ciudadana, correcta y corrupta por cumplir todas las leyes que la sociedad enferma me ha impuesto. Eso decía Ghandi.

Hay un insulto en inglés que dice "screw you". Atornillate? Ajustate el tornillo? Qué amable. Pero me parece un insulto bastante astuto. Screw me. En eso estamos.

C.


No hay comentarios:

Publicar un comentario